067. La galaxia 4chan y otras mutaciones culturales del siglo XXI
Con su glosario, Pablo Stefanoni nos ofrece una herramienta imprescindible para mapear esta nueva constelación ideológica.
En las últimas décadas, y particularmente desde la pandemia, la cultura política global ha experimentado una serie de mutaciones inesperadas. Algunas de ellas han germinado, como plantas carnívoras, en las esquinas más sombrías de Internet. Ahí, donde el anonimato se conjuga con el desencanto, la ironía con la virulencia, y el meme con la ideología, nació un nuevo lenguaje político: uno que se rehúye de los manifiestos y prefiere el shitposting. En ese cruce de lenguajes digitales, referencias pop y códigos marginales, se mueve el glosario elaborado por Pablo Stefanoni en su libro ¿La rebeldía se volvió de derechas? (Siglo XXI Editores, 2021), una herramienta imprescindible, que se presenta después del epílogo, para mapear esta nueva constelación ideológica.
Stefanoni no sólo inventaría un diccionario: construye un archivo vivo de lo que alguna vez llamamos contracultura, pero que hoy se nos presenta como una versión invertida, reaccionaria y ultraconectada. Como si el punk se hubiese cansado de la rebeldía sin causa y se hubiese entregado a los brazos de la reacción, del tribalismo digital, de la corrección reaccionaria.
Ahí está 4chan, ese foro nacido en 2003 como santuario de otakus y que acabó siendo la «fábrica de memes» de la alt-right. Del LOLcat al supremacismo, del “gato chistoso” al neonazismo irónico. El foro, diseñado para el anonimato y el archivo fugaz, se convirtió en un taller de radicalización exprés, donde se cruzan el trolling, el shitposting y los discursos de odio.
Este ecosistema alimentó la emergencia de figuras y movimientos que, por momentos, parecen caricaturas distorsionadas de viejas ideologías: el libertarismo, por ejemplo, mutado en paleolibertarismo, mezcla de anarcocapitalismo con moral victoriana. O el homonacionalismo, oxímoron perfecto, donde la agenda LGBTTTIQ se instrumentaliza para justificar políticas islamófobas. Stefanoni señala con agudeza cómo lo que antes identificábamos como signos de emancipación –el multiculturalismo, el progresismo, los derechos civiles– son reciclados por nuevas derechas digitales con fines completamente opuestos.
Lo que este glosario deja claro es que el lenguaje político contemporáneo no se escribe ya sólo en manifiestos, ni siquiera en libros o discursos. Se codifica en memes, se disemina en subreddits, se vuelve viral en TikTok. Es allí donde se cocinan los nuevos sentidos, donde una rana verde (Pepe the Frog) puede transformarse en ícono reaccionario, donde la palabra normie –que apenas denota lo común– se convierte en una condena simbólica. Y donde los incels (célibes involuntarios) y los MGTOW (hombres que siguen su propio camino) configuran nuevas formas de subjetividad política, desde el resentimiento masculino y el antifeminismo.
El término marxismo cultural, por ejemplo, evidencia esta operación discursiva: transforma a un conjunto de teorías críticas y estudios culturales en una amenaza global, una supuesta conspiración para destruir los valores de Occidente. Es el comodín conspiranoico con el que se asocia todo lo que huela a justicia social, feminismo o diversidad con la «destrucción de la civilización». En esta retórica, la figura del SJW —el «guerrero de la justicia social», por sus siglas en inglés— no es ya el activista comprometido, sino el enemigo caricaturizado. A veces, la disputa cultural parece una mala telenovela mexicana donde todo lo complejo se reduce a buenos y malos, azul o rojo, woke o red pill.
Y es aquí donde Stefanoni acierta: lo que hay detrás no es sólo una derecha clásica disfrazada con memes, sino una gramática política nueva. Por eso su glosario, aunque breve, se configura como un instrumento cultural de primer orden: no para entender a la derecha tradicional, sino para leer esa mutación viral que toma prestado del libertarismo, el conservadurismo cristiano, el nihilismo digital y la frustración masculina, y lo mezcla todo en un lenguaje accesible, veloz y altamente simbólico.
Algunos de estos términos han permeado ya los debates públicos. Otros, como neorreacción o Ilustración Oscura, parecen salidos de un libro de ciencia ficción cyberpunk, pero alimentan propuestas reales como la de Peter Thiel o las fantasías tecnocráticas del Valle del Silicio. En el fondo, lo que subyace es una pregunta inquietante: ¿cómo se convirtió la rebeldía en una estética de derechas?
El glosario de Stefanoni no tiene respuestas cerradas, pero sí ofrece una brújula, un estado de las cuestión. Y eso es ya bastante en un mundo donde los términos cambian de sentido más rápido que un hashtag. Entender qué significa hoy «rebeldía», quién la ejerce, desde dónde, contra qué o quién, es un paso crucial para recuperar los lenguajes emancipatorios. Porque si las nuevas derechas se apropian del inconformismo, de la contracultura y hasta de las víctimas, la izquierda no sólo debe confrontar con argumentos, sino también disputar los símbolos, los lenguajes, los imaginarios.
Al final, esta guerra cultural no se libra únicamente en las urnas ni en los poderes del Estado (hoy prácticamente coptados en México por el régimen obradorista que sepultó los contrapesos): se decide en los memes, en los foros, en la gramática cotidiana de nuestras conversaciones digitales. Quizá por eso este glosario —aparentemente inofensivo— resulta tan provocador. Porque nos obliga a pensar, de nuevo, desde dónde hablamos, contra qué y, sobre todo, con quién.
¿Y tú, de qué lado estás del meme?